viernes, 5 de junio de 2020

DE RACISMOS Y DE RACISTAS


El presente texto fue publicado hoy por el Diario La Capital de Rosario https://www.lacapital.com.ar/opinion/de-racismos-y-racistas-n2588985.html

Sigmund Freud alguna vez se refirió al síndrome del “narcisismo de la pequeña diferencia”, por el cual se suele odiar tanto más al “otro” cuando ese Otro más se nos parece. El sociólogo Eduardo Gruner por eso, pudo explicar que quizá lo que haya en el fondo del racismo no sea, como suele decirse, la intolerancia por la diferencia, sino más bien la intolerancia por la semejanza, que hace que construyamos una diferencia artificial e imaginaria para explicar el odio o el miedo.

Es saludable que haya gente entre nosotros que se "anoticie" y rechace ahora la violencia y el racismo de allá (EEUU) y de acá (comunidad quom)... También seria bueno que esa misma gente deje de utilizar términos discriminatorios, segregacionistas y xenófobos cotidianamente cuando algún temor más cercano los asalta.

Como es incongruente que se repudien ahora los abusos policiales y a la vez, se acepte la “doctrina Chocobar”, parece incompatible condenar el racismo y repetir descalificantes conceptos cargados de discriminación: desde que las mujeres pobres se embarazan para cobrar planes sociales, los gitanos son todos ladrones y los chilenos punguistas, hasta la más gráfica expresión de odio: "negros de mierda" como síntesis de los “males” que acechan a la vuelta de la esquina.




Decir "negro de mierda" es mucho más que una referencia al color de la piel: como se ha dicho, "implica una ideología, una postura, un ser”. Negro y mierda para los racistas, son lo mismo. Es todo lo que se entiende como malo: es ser el vago, el que no quiere trabajar porque cobra un plan, al que vive en una villa, el que habla mal: "Es cosa de negros", repiten como insulto cargado de mal gusto, pero hay algo más: lo que expresan en el fondo, es el desprecio a los pobres los que, parece, no pueden ofrecer nada bueno. Adela Cortina lo denomina “aporofobia”: el rechazo al pobre (y negro).


Es más, puede ocurrir también que esos racistas de familias medias nativas lleven al extremo esa carga de odio y hasta se conviertan en asesinos: "negro de mierda" le gritaban al indefenso Fernando Báez Sosa los rugbiers a la salida del boliche mientras lo molían a golpes hasta matarlo.

El racismo no es patrimonio de ningún país (o de todos). Pero hablemos del nuestro: la antropóloga María Inés Pacceca, en un trabajo que se llama “El lado oscuro del crisol de razas” sostiene que tenemos dos tradiciones inmigratorias. De una se enorgullece, de la otra se reniega. La primera es la gran migración histórica (porque ha dejado de ocurrir) ultramarina de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, que modificó radicalmente la estructura de la sociedad criolla: italianos, españoles, judíos, rusos, polacos, de la que muchos provenimos y que se fraguó sobre la base determinadas características: blanco y europeo, y de reales ideas fuerza: el trabajo, la honestidad y el esfuerzo propio.

Pero también existe la segunda tradición migratoria (histórica pero también contemporánea) que proviene de los países americanos y limítrofes: Bolivia, Chile, Paraguay, Perú, pero donde la mirada ya no es tan benévola, pese a que nuestros abuelos llegaron, en todo caso, tan pobres y desamparados como muchos de nuestros migrantes latinoamericanos. De nuevo, como dice Gruner, construímos una diferencia artificial para explicar y justificar el odio y el miedo.

Desde las denominaciones peyorativas: “perucas”, “bolitas” o “paraguas” pasamos a adjudicarle la síntesis de nuestros propios males: básicamente se los acusa de ser una “amenaza” a la sanidad, al empleo y al orden público. Se le atribuye la delincuencia, cuando la evidencia demuestra según la población carcelaria que ello es comparativamente falso. Que vienen a “quitarnos lo nuestro”, como el trabajo, pese a que hacen la labor peor remunerada, pasan a integrar el mercado informal y los empleos de baja calificación y hasta el trabajo esclavo.

Y en esta época “pos moderna” ha aparecido otra peligrosa forma de racismo: el digital. Es impresionante advertir el nivel de odio, de racismo y discriminación (potenciado por el anonimato) que aparecen en las redes sociales o en los comentarios a noticias en los portales digitales. A veces, la acotación del “ciudadano” es más cruel e inhumana, que la noticia misma. La descalificación del “otro” es la norma. No hay un debate público: hay una competencia por ver quién profiere el agravio más humillante.

Así como las revoluciones tecnológicas contribuyen a la información y la deliberación, también son catalizadoras de fenómenos contrarios a la democracia, la tolerancia y favorecen el racismo y ayudan a cultivar el discurso del odio, dice el sociólogo Silvio Waisbord. Las redes sociales están repletas de contenidos que deshumanizan a otros - etnias, nacionalidades, religiones, mujeres, sexualidades no binarias y otros. Quienes trafican el odio se encuentran y conectan, se reconocen y legitiman tal como cualquier otro grupo social. Lamentablemente, expresar odio se convirtió en una forma de rebeldía frente a lo “políticamente correcto” y una defensa de un mítico derecho libertario de expresión sin reservas o consideraciones. Así surgen los movimientos reaccionarios y supuestamente anti sistema en el mundo y en América y los políticos que expresan esos ideales. No hay que buscarlos mucho, también están entre nosotros.

Claro, nadie confiesa ser racista ni discriminador, pero estemos alertas, aún con los nuevos anti-racistas, porque “lo esencial para diplomarse en racismo, es la oportunidad”.




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