Por Oscar M. Blando (*) Presidente de la Fundación Rubén
Naranjo.
El 3 de octubre se cumplen diez años de la
muerte de Rubén Naranjo.
Su ausencia está demasiado presente. Y presumo
que como el “hombre rebelde” de Albert Camus, Rubén no estaría feliz con el destino
y las tragedias que en esta década le ha tocado vivir a la humanidad y con
muchas de las cosas que nos han pasado a los argentinos.
Pero tal vez, si tuviera que elegir un tema
sobre el que no tengo dudas Rubén estaría preocupado y ocupado y sobre el que
escribiría, sería sobre la injusticia del hambre en el mundo y en estas
tierras, especialmente la de muchos de nuestros niños, sumidos en la miseria y
el desamparo.
En su maravilloso libro “Janusz
Korczak, maestro de la humanidad”, (aquel hombre que acompañó junto a sus
alumnos hasta el lugar de la máxima vergüenza: los campos de exterminio) Rubén escribió:
“La humanidad sabe cuántas vidas costó la aventura del nazismo- máxima
aberración del capitalismo- pero no es posible cuantificar las muertes que
produce el hambre en el indiferente mundo actual. Mientras en cómodos
escritorios se confeccionan planillas y se muestran gráficos, una hambruna
apocalíptica se extiende como mancha de aceite sobre aldeas, pueblos y ciudades”.
Pero Rubén no se contentaba con
la descripción de los hechos: su intransigencia ante lo injusto, se acompañaba
con la condena a los responsables. Decía: “la marginalidad es una expresión de
desprecio social que no se traduce solamente en el abandono de las personas sin
medios para alcanzar niveles básicos de existencia, sino la perversa actitud de
desconocerles la propia condición humana… y cuando en la marginalidad habitan
niños, la responsabilidad de esa realidad es criminal, aunque no se vean las
armas ni tampoco las manos asesinas”
La situación de los pibes de la
calle y del desamparo lo laceraba. Y denunciaba citando a Gabriela Mistral:
“Estamos enfermos de muchos errores y de otras tantas culpas, pero nuestro
delito se llama: abandono de la infancia”. Y advertía con precisa crudeza los
males que también en estos días sufren los jóvenes de la pobreza y la falta de
oportunidades: “son atacados por antiguos flagelos y nuevos azotes: el
maltrato, el hambre, el frío, la policía, la droga, el sida, el abuso sexual,
la explotación laboral, la indiferencia y el desprecio social”. Pero sabía que
la denuncia aunque necesaria no bastaba y cómo el mismo dijera: “mis
preocupaciones se convirtieron en ocupaciones”. Por eso participó en la Asociación Chicos
de Rosario, a quienes les consiguió, para su cobijo, un hogar. Allí dibujan,
crean, aprenden, conviven, socializan. Siguiendo la tradición pedagógica de sus amigas Olga Cossettini y Rosita
Ziperovich, confesó casi al pasar y con la humildad de los grandes: “No
doy ninguna clase teórica. Nunca expliqué nada, los motivo...Nada de lo que
sabía como educador, en mi paso por la facultad y la escuela me sirvió, solo me
sirvió estar con ellos para mantener el diálogo”
Rubén sin proponérselo, nunca se
resignó a sentirse “desteñido por el semitono de los demás”: sobresalió por
algunas cualidades y valores que desde la Fundación Naranjo queremos rescatar y preservar: la
fidelidad a sus convicciones, las luchas que dio desde la palabra y la
militancia en las calles y en los foros, y por sobre todo, su conducta y
coherencia sin bisagras.
Rubén
fue un militante de la vida y nada de ella le era ajeno. Vinculaba el arte a lo
social y por ello, durante la dictadura de Onganía participa de “Tucumán Arde”, obra colectiva vanguardista y contestataria realizada por pintores, fotógrafos, escritores, sociólogos y cineastas de Rosario, Santa Fe y Buenos Aires que privilegia el sentido ético-político de la obra de arte,. También fue numen de esa inédita experiencia de cultura popular que fue "la Vigil", siendo Director de su Biblioteca y de la colección de las "Ediciones de aquí a la vuelta".
Recuperada la democracia en 1983, regresó a la Universidad e integró el primer Consejo Superior de la U.N.R. y fue Director de Ediciones de Amsafé y de la Revista de educación y cultura "El Tintero Verde". En ese período intensifica su compromiso en el movimiento de derechos humanos: acompañó cada jueves duarnte años -y hasta que su salud le dijo basta- a Madres y Abuelas a las rondas en la plaza 25 de mayo, ese espacio de "dignidad absoluta" como Rubén lo denominó. Participa de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos que había ayudado a constituir en 1975, pero también con la firmeza de quienes tienen autoridad moral, denunció las violaciones a los derechos humanos ocurridas en Santa Fe en democracia, especialmente durante la década de los 90: funda junto a otros militantes el "Foro Memoria y Sociedad" destinado a demostrar la violencia institucional existente y a las víctimas de gatillo fácil y, con el mismo propósito, presidió la Comisión Investigadora de los crímenes ocurridos durante la crisis social del 19 y 20 de diciembre de 2001, denunciando con valentía a los ejecutores materiales pero especialmente a los responsables políticos de la represión.
Nuestra Fundación lleva el nombre de ese ciudadano ilustre que merecidamente la ciudad de Rosario, distinguió sobre el final de su vida y que Rubén, casi pidiendo disculpas, aceptó...Un hombre extraordinario, enamorado de la vida y la libertad.
Rubén cuenta en su libro sobre Korczak una escena conmovedora: el 4 de agosto de 1942, horas antes de que fuera asesinado en Treblinka junto a los docentes y los 200 niños del Asilo de Huérfanos Judíos de Varosia, el "Maestro de la Humanidad" escribió en su Diario: "He regado las flores, pobres plantas del orfanato, las plantas del orfanato judío... no se deben olvidar las rosas cuando arden los bosques"...Rubén se pregunta cómo un hombre que tuvo la valentía suficiente de enfrentar al nazismo, simultáneamente podía preocuparse ante lo inminente de la muerte, por "las flores del orfanato". Pero lo hizo. Porque, nos dice, Rubén: "los niños marginados, las flores y los pájaros fueron sus amigos. No pudo salvar las rosas y fue bosque. Bosque, piedra y faro".
A diez años de su muerte, como Korczack, Rubén Naranjo, es eso, bosque, piedra, nube, faro.
Nuestra Fundación lleva el nombre de ese ciudadano ilustre que merecidamente la ciudad de Rosario, distinguió sobre el final de su vida y que Rubén, casi pidiendo disculpas, aceptó...Un hombre extraordinario, enamorado de la vida y la libertad.
Rubén cuenta en su libro sobre Korczak una escena conmovedora: el 4 de agosto de 1942, horas antes de que fuera asesinado en Treblinka junto a los docentes y los 200 niños del Asilo de Huérfanos Judíos de Varosia, el "Maestro de la Humanidad" escribió en su Diario: "He regado las flores, pobres plantas del orfanato, las plantas del orfanato judío... no se deben olvidar las rosas cuando arden los bosques"...Rubén se pregunta cómo un hombre que tuvo la valentía suficiente de enfrentar al nazismo, simultáneamente podía preocuparse ante lo inminente de la muerte, por "las flores del orfanato". Pero lo hizo. Porque, nos dice, Rubén: "los niños marginados, las flores y los pájaros fueron sus amigos. No pudo salvar las rosas y fue bosque. Bosque, piedra y faro".
A diez años de su muerte, como Korczack, Rubén Naranjo, es eso, bosque, piedra, nube, faro.
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