En 1921, durante la gestión del gobernador radical Enrique Mosca, la provincia de Santa Fe aprobó una Constitución de avanzada, con institutos que en algunos casos se adelantaron en varios lustros al resto del país, y otros que todavía hoy se discuten como profundas innovaciones. Sin embargo, ese texto no fue puesto en vigencia oportunamente, y recién tuvo su oportunidad una década más tarde, hasta que una intervención federal por motivos espurios le puso fin.
El sorprendente antecedente institucional quedó semioculto en la memoria colectiva, y sepultado en antiguos archivos, sin estar siquiera disponible para la consulta de estudiosos, historiadores, políticos o meros curiosos. Pero eso, acaba de cambiar con la edición de “La Constitución de 1921. La verdadera Constitución progresista de Santa Fe”, de Oscar Blando y Oscar Defante. Sobre el impacto histórico de aquel texto y de esta obra, y la trascendencia actual de ambos, El Litoral dialogó con Blando, investigador y docente universitario, ex diputado provincial latorrista y actual director de Reforma Política y Constitucional del Ministerio de Gobierno de la provincia.
—La obra ya llama la atención desde su mismo título, cuando habla de la verdadera Constitución “progresista” de Santa Fe, de 1921.
—Dos cuestiones tiene el título. Por empezar, hay un libro de 1932, con prólogo de Lisandro de la Torre, del que yo incluyo una parte sustancial, que es la tesis doctoral de una persona de Rosario (Napoleón Pérez), que se llamó “La verdadera Constitución de Santa Fe”. Yo juego con ese título y le agrego “progresista” porque esa Constitución, de 1921, se inserta en lo que se llamó el constitucionalismo social en el mundo, con la de México en 1917 y la de Weimar (Alemania) en 1919. Esa impronta es una de las características principales. Por un lado, con la incorporación de los derechos sociales, del trabajador y demás. Pero además, lo que significaba en términos de régimen económico y tributario; es decir, progresividad, exención a los artículos de primera necesidad, y un esbozo de reforma agraria (división de los latifundios, entrega a los arrendatarios para que puedan comprar a largo plazo las tierras que trabajaban). Es decir, hay varios temas fuertes de constitucionalismo social, que después van a ser eje de los estados sociales, del estado de bienestar.
—También fue profundamente innovadora en materia de política institucional...
—En lo político significó algo muy importante, porque incluye entre otras cosas la autonomía municipal, que todavía hoy no tenemos. Ya estaban las formas semidirectas de democracia: referéndum, plebiscito y revocatoria. El derecho de los extranjeros y las mujeres a votar. Una fuerte tendencia a la descentralización del poder; un tema que tal vez explica por qué hoy todavía no la tenemos. Y es progresista porque es la única Constitución que propone un Estado laico. La disputa de supremacía entre el Estado y la Iglesia fue en la Edad Media. La modernidad es la secularización del Estado. Y esta Constitución produce esa separación. También crea el principio de inamovilidad de los jueces, que hasta entonces el gobernador podía sacar y poner. La educación común, integral y laica, aparece como otra impronta.
—Un quiebre importante frente a lo que imperaba en la época.
—Esta Constitución generó muchas discusiones, como explica en el libro el Dr. Gustavo Vittori. Los convencionales electos en 1920 tenían mayoría radical y minoría demócrata progresista. Lo que ocurre es que la Convención se instala, avanza y no cumple el plazo que la propia ley de creación establece. Se excede. Pero por unanimidad, establece una prórroga. Aun así, ése fue el argumento legal que se utilizó para desconocer esta Constitución. Pero en el fondo era el problema religioso: el presidente Hipólito Yrigoyen mandó, a través del Ministerio del Interior, una especie de recomendación al gobernador Mosca. El desconocimiento por decreto de esa Constitución provoca un problema en el radicalismo, que había aceptado esta reforma, y también en la línea del diario El Litoral.
—¿Cómo fue esto?
—El Litoral, por un lado su convencional Salvador Caputto, y por el otro con su línea editorial, apoyaba fuertemente estas reformas, y se planteaba una situación muy difícil. Lo mismo ocurría con La Capital. Estas cosas las contamos en el libro, y las apoyamos con artículos de la época, que lo reflejan muy claramente. Hubo un debate muy interesante, y la Constitución recién se pone en vigencia en el año ‘32, con la gobernación de Luciano Molinas, en esa alianza demócrata-socialista; que perdió a nivel nacional por el fraude, pero que en Santa Fe gana. La película termina, lamentablemente para las instituciones de Santa Fe, con una intervención federal. La sucesión del presidente Agustín Justo peligraba, porque tenía varios colegios electorales en contra, entre ellos el de Santa Fe. Entonces intervie-