El problema no es (sólo) Granata.
Son los miles de votos que expresan a mucha gente que no sólo vota a una cara conocida sino un conjunto difuso de ideas -en general antipolíticas como forma de qualunquismo criollo- que se sintetizan en una simplificadora agenda conservadora sostenida en supuestos principios morales sustentados en un fundamentalismo religioso (católico, evangélico).
Esa
agenda e ideas conservadoras pretenden ser instaladas (y lo son) en
instituciones: familia, educación, justicia, medios de
comunicación, reproductoras de estereotipos, prejuicios, que
promueven una ciudadanía social desigual, jerarquizada y que por medio de la religión identificada con una identidad sexual
direccionada repartida en rígidos roles: la mujer sostén de la
familia heterosexual, prolongadora de la especie y alejada de todo lo que sea el placer, visto como el Mal.
Defensores
de determinados “valores” que los convierten en negadores de
derechos (antiderechos) promueven un estado que más que secularizado
aparece atado a un orden natural de origen divino que a un orden
político racional y laico con base democrática.
El
problema no es (sólo) Granata: son los votos que representan esas
ideas. Tan respetables desde la cultura democrática como peligrosas.
En una Provincia que tuvo a Nicasio Oroño que dictó la primera ley
de matrimonio civil en la Argentina. A Lisandro de la Torre que
promovió la Constitución liberal, laica y progresista de 1921 que
promovía la separación de la Iglesia y el Estado.
El
problema no es (sólo) Granata. Sino ese conjunto de ideas que
representa. Que existen, que tienen carnadura. Y que exceden a
Granata: hay muchos que están camuflados en otros espacios pero que
piensan parecido. O igual. Bastó ver los spots publicitarios en
Santa Fe. Y en el país: como Cynthia Hotton, Liliana Negre de
Alonso, Alfredo Olmedo o en versión más peligrosa: Cecilia Pando.
El
problema no es (sólo) Granata sino esas ideas expresadas en votos,
que es necesario primero reconocer y a partir de allí, en el ágora
de la democracia, combatir.
Sr. Oscar Blando
ResponderEliminarEn mi carácter de santafesino me permito esbozar las siguientes palabras.
No considero que las personas que estén manifiestamente en contra del aborto constituyan un problema. Mucho menos considero que representen la antipolítica. Grave error comete el academicismo progresista que se piensa vanguardia al subestimar la cultura profunda del pueblo santafesino, pues nada más auténticamente político hay en él.
Sugerir que hay posicionamientos democráticos que son buenos y otros malos es lo que a mi juicio es verdaderamente antidemocrático y aún más si se los considera un problema pendiente a “solucionar”.
La tiranía de lo políticamente correcto fogoneada desde las más diversas ONGs, Oligopólicos medios de comunicación y minúsculos grupos intelectuales vanguardistas, pretenden reducir a la categoría de problema la identidad del Ser de la argentina profunda. Curiosamente bajo el auspicio del Banco Mundial, Open Society Fundations y Plannet Parenthood.
Bajo el calificativo de peligroso más bien cabría que uno de los impulsores e ideólogos de la pretendida reforma constitucional de Santa Fe tenga dichas valoraciones con respecto a buena parte del pueblo santafesino y pretenda entronar desde su influyente posición la idea totalitaria del pensamiento único.
Un afectuoso saludo.
Emanuel Leon