domingo, 3 de septiembre de 2017

CENTRANDO EL DEBATE SOBRE LA LISTA SÁBANA (O LAS SÁBANAS DEL SR. OBARRIO)




El periodista Mariano Obarrio del Diario La Nación ha reiniciado una cruzada en contra de lo que denomina “lista sábana”. Es decir, en contra de ese “leviatán” electoral que cual monstruo moderno concentra todos los males de la política y la democracia y sirve para cualquier empresa: habría que recordar que en el pliego de condiciones de las propuestas punitivas sobre la inseguridad del Ingeniero Blumberg estaba “terminar con la lista sábana”. Obarrio promueve abandonarla por el sistema uninominal y afirma sin rubor que en “todos” los distritos del país, incluso “en Tierra del Fuego”, se eligen candidatos a diputados nacional con “lista sábana”. Haré algunas precisiones conceptuales y fácticas para demostrar las falacias del periodista nacional.

Habría que empezar por saber de qué hablamos. Técnicamente la lista sábana (horizontal) es la que incluye a candidatos de varias categorías de cargos “pegados” entre sí (Presidente, Gobernador, Intendentes) y que genera lo que se conoce como efecto arrastre. Obarrio en realidad se refiere a la lista “bloqueada y cerrada” o “lista sábana vertical” donde se supone se conoce al primero y segundo candidatos y no a los siguientes. Los especialistas consideran que hay “lista sábana” cuando existen más de 9 o diez candidatos. No cuando hay dos o tres.


Por eso, el Sr. Obarrio desinforma cuando afirma que en “todos” los distritos incluso, en “Tierra del Fuego”, se vota con lista sábana. Falso: en estas elecciones primarias más del 60% de los diputados nacionales (15 de los 24 distritos) se eligen en el país por listas pequeñas: entre dos y tres diputados (incluido Tierra del Fuego que elige 2). Córdoba y Santa Fe, están al límite: eligen 9 diputados y sólo Buenos Aires lo hace con listas de 35 diputados y CABA de 13. En el Senado Nacional, la elección es casi personalizada: no se elige ni antes ni después de la reforma de 1994, con lista sábana. Dos y tres diputados o senadores, como dijo Marcelo Escolar, no es lista sábana, a lo sumo es la pequeña funda de un bebé...

La propuesta de adoptar el sistema uninominal merece algunas precisiones: éste organiza el territorio dividiéndolo en unidades, llamadas circunscripciones, para elegir un representante por cada una de ellas. El candidato más votado, sin importar por cuántos votos, se consagra vencedor: por eso es un método considerado mayoritario. Fue el sistema instaurado aquí y en el mundo basado en el modelo liberal del Siglo XIX: con partidos políticos de “notables” y sufragio censitario, con cuerpos electorales pequeños y relativamente homogéneos. Durante el siglo XX la universalización del sufragio y la democracia electoral promueven la participación política, surgen los grandes partidos de masa, y los cuerpos electorales son amplios y heterogéneos: había que representar a sectores e intereses diversos y por ello surge el sistema de representación proporcional con listas con varios candidatos para cubrir un número importante de cargos y en donde se otorga representación a cada partido político en proporción a los votos obtenidos.

El sistema uninominal tiene a favor la simplicidad y la publicidad, es decir, el grado de conocimiento de los candidatos por los ciudadanos. Pero a la vez, no asegura dos principios fundamentales que necesita una lista que no sea unipersonal: el pluralismo político que permita las distintas expresiones partidarias y cierto grado de proporcionalidad que refleje las preferencias políticas de la sociedad. Una consecuencia de la aplicación del sistema es el riego de la manipulación de las circunscripciones electorales, (gerrymandering) y su impredicibilidad con la posibilidad de la distorsión y desproporción del sistema representativo en perjuicio de las minorías sobre la base de la diferencia entre la cantidad de electores de un distrito y la cantidad de bancas asignadas a este (malapportionment).

Más allá de que debemos analizar cuál es hoy la mejor forma de representación, subrayo que el tema es mucho más complejo que el simplismo demagógico que demoniza la lista sábana. Hemos demostrado que el “problema” de la lista sábana vertical para cargos nacionales se circunscribe a un par distritos electorales, -los más numerosos- pero no en “todo” el país, que es, aunque no parezca, federal. Las preocupaciones unidireccionales del Sr. Obarrio, con su versión porteño céntrica de mirar la política y el país, engaña y elude otros problemas que sí existen en muchos distritos de la Argentina y que debiéramos concentrarnos en discutir: las listas espejo, colectoras, de adhesión, lemas y variopintas expresiones de ofertas electorales desordenadas, poco transparentes, con partidos débiles y fragmentados y propuestas confusas y ambiguas muchas veces incomprensibles para el electorado al que le cuesta distinguir una promesa oficial de una opositora conspirando con el derecho a elegir y ser elegido.  

Muchos son los temas que merecen debatirse. Pero el problema de toda reforma política es precisamente, político, no de teoría jurídica, financiera y menos de tecnología. En este sentido, el Gobierno Nacional y muchos comunicadores poco “informados” debieran abandonar la ideal del voto electrónico de retroceso en todos lados e ir hacia el sistema más usado en el mundo: la boleta única papel (al que se le puede agregar cierta tecnología en el conteo y transmisión de resultados) y que se ha implementado con éxito en Santa Fe y Córdoba. También abordar otro aspecto central: el financiamiento de los partidos y la política: no sólo por razones de transparencia, sino de democracia: parafraseando a Gianfranco Pasquino, para que el poder de los votos tenga más valor que el poder del dinero.



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