En la sala del Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral, se presentó el libro “La Constitución de 1921: la verdadera Constitución progresista de Santa Fe” (Laborde Editor), realizado por el Dr. Oscar M. Blando y el empresario Oscar F. Defante, ambos de la ciudad de Rosario.
Ante un público diverso que incluyó al ex gobernador Hermes Binner, profesores y alumnos de la casa, dirigentes políticos, funcionarios provinciales y municipales y ciudadanos interesados en la temática, abrió el acto el decano de la Facultad, abogado Javier Aga, quien se refirió a la importancia de la Constitución Provincial que motivó el trabajo y al destacable hecho de que por vez primera se hayan reunido en un libro su texto completo, comentarios analíticos y artículos que aportan referencias históricas de contexto que permiten un más amplio abordaje de la obra.
De Santa Fe al país
La ronda de oradores se inició con la palabra de Rubén Galassi, ministro de Gobierno y Reforma del Estado de la provincia de Santa Fe, quien repasó hechos relevantes producidos en el actual territorio de nuestra provincia, incluso antes de su constitución como tal, y se detuvo en el Estatuto Provisorio de 1819, primer texto jurídico-político con sanción efectiva en contemplar el sistema republicano y representativo en la historia del país. Luego abordó la saga constitucional de la Argentina con eje en la ciudad de Santa Fe, lugar de realización del Congreso General Constituyente de 1853 y las sucesivas reformas de 1860, 1866, 1957 y 1994. Destacó el proceso inmigratorio que presionó sobre los viejos latifundios y, luchas mediante, logró la subdivisión de la tierra y el incremento de la productividad rural. También evocó la primera ley de Matrimonio Civil del país, sancionada en 1867 durante el gobierno de Nicasio Oroño; la primera aplicación de la Ley Sáenz Peña en las elecciones provinciales de 1912, año en el que también resonó el Grito de Alcorta, rebelión de pequeños y medianos arrendatarios rurales contra los propietarios de campos. Mencionó luego la movilización estudiantil de 1918 en Córdoba, que tendría como fruto primero la creación de la UNL, y siguió con la creación de Consejo Federal de Inversiones (CFI) a instancias del ex gobernador Carlos Sylvestre Begnis; el Rosariazo, como emblema de la resistencia estudiantil al gobierno de Onganía, la promoción de la Región Centro, entre tantas otras marcas dejadas por Santa Fe en el camino recorrido por la Argentina. Y en ese tránsito se detuvo en la Constitución del 21, su suspensión, y posterior reactivación de la mano del gobernador Luciano Molinas (1932-35) hasta que una nueva intervención federal la truncara. Al cabo, y luego de valorar el texto constitucional de 1962, que aún nos rige, abogó por una reforma que después de medio siglo se adecue a los tiempos que vivimos.
Tiempo de grandes cambios
Seguidamente tomó la palabra Gustavo Vittori, director de El Litoral y autor de uno de los artículos que integran el libro, quien manifestó que la Constitución del 21, que tuvo el fervoroso apoyo del diario y la participación como convencional constituyente de su entonces director Salvador Caputto, surgió de una serie de fracturas sociales, políticas, económicas y culturales con epicentro en Europa, pero de alcance mundial. Dijo al respecto que en el despunte del siglo XX ya eran perceptibles movimientos de fondo que inestabilizaban al viejo régimen conservador. Poco a poco, la mujer aparecía en la superficie de la sociedad a través de su progresiva incorporación a la Universidad y su participación en movimientos que reclamaban postergados derechos de género. Otro tanto ocurría con el mundo del trabajo, que se organizaba en sindicatos y hacía escuchar su voz de protesta contra los excesos de las prácticas patronales. Y en las universidades, donde los alumnos buscaban ampliar su participación en el proceso educativo y ensanchar los planes de enseñanza con ingredientes políticos y sociales que iban más allá de la mera visión profesionalista.
Ese mundo en cambio -que acentuaría la hondura de las transformaciones con la trágica experiencia de la Primera Guerra Mundial- también se dislocaba con los hallazgos y nuevas teorías de la ciencia, que descolocaban a la Iglesia y, aplicados a la guerra, multiplicaban su poder aniquilador. Pero mientras esto ocurría en el planeta y a la distancia influía en Santa Fe, la provincia y la ciudad continuaban su rápido crecimiento. Baste señalar que entre 1907 y 1930 la población de la ciudad aumentara un 350 por ciento y la alfabetización superara la tasa del 85 por ciento. Por su parte, el puerto de ultramar -que iniciara sus operaciones el primer día hábil de 1911- alcanzó su récord histórico en 1929.
En medio de esas nuevas realidades sesionó la asamblea constituyente de 1921, que alumbró un texto moderno e integrador, suspendido por orden de Hipólito Yrigoyen en base a consideraciones de dimensión nacional. En suma, la convención cumplió su cometido, enervado durante años con vacuos argumentos formales, y El Litoral se enemistó con el gobernador Mosca, que había sido uno de sus promotores, ampliando a partir de ese momento sus contenidos generalistas y sus márgenes de libertad editorial.
Un texto progresista
La ronda de oradores se cerró con la intervención de Oscar Blando, doctor en Derecho y docente universitario, quien enmarcó la Constitución del 21 en el constitucionalismo social de la de México de 1917 y de la República de Weimar, de 1919, y en el ciclo entre ambas guerras mundiales del siglo XX.
Blando puntualizó que los reclamos reformistas de la Constitución de 1900, entonces vigente, tuvieron origen en la Liga del Sur, fundada en 1908 por Lisandro de la Torre. En 1920, durante el gobierno del radical Enrique Mosca ingresaron a la Legislatura dos proyectos de reforma impulsados respectivamente por el radicalismo y la democracia progresista. Constituida la convención y luego de superar trabas de distinto tipo que demoraron su inicio efectivo, los convencionales aprobaron el nuevo texto con un leve deslizamiento temporal respecto de los plazos originariamente establecidos, aspecto formal que serviría de argumento para la suspensión de sus efectos en clara vulneración de la mejor teoría constitucional.
De ese modo, el texto que introducía el concepto de laicidad separaba el Estado de la Iglesia, garantizaba la libertad de cultos, habilitaba los derechos de las mujeres y los extranjeros en el ámbito municipal, encuadraba los procedimientos de detención policial y abolía el secreto del sumario y la incomunicación de los detenidos, y aumentaba el poder del Estado como generador de políticas públicas en los terrenos económico y social, quedó suspendido hasta 1932, cuando fue activado por Luciano Molinas, cuyas cualidades de gobernante fueron exaltadas por Blando.
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