No es mi intención discutir aquí la conveniencia o no de reinstalar el servicio militar obligatorio que merece un análisis profundo que excede este espacio. Sí, me interesa tratar los motivos que esgrime parte de la sociedad para avalar el retorno al sistema anterior. El debate no es nuevo: el año pasado el portal Infobae hizo circular la siguiente "encuesta": "¿Cree usted que el retorno del servicio militar obligatorio sería una solución al descontrol de los adolescentes?". Los votos por el "sí" fueron, según publicaron, abrumadores: el 75,29 por ciento del total. Hace pocas horas, se interrogaba por un medio local a personas que caminaban por la peatonal sobre las buenas razones que justificarían regresar al servicio obligatorio. Y otra vez, los jóvenes en la mira. "Y si no, ¿cómo los parás?... ¿No ves que no se puede salir a la calle?". "Algún límite tienen que tener ante la falta de control de la escuela… ahí los van a educar"…
Tengo claro que no se trata técnicamente de encuestas, tan sólo de opinión publicada de alguna gente a quienes se las consulta circunstancialmente. Quizá sería distinto el resultado si el universo interrogado incluyese los pibes de 16 y 17 años, los familiares de los desaparecidos o los ex combatientes.
Pero no son menores por ello, las consecuencias de aquellas respuestas. Primero, porque, lamentablemente, creo que reflejan buena parte del pensamiento medio y que atraviesa franjas etarias y sociales; y segundo, porque muchas de las decisiones políticas, sociales y económicas desde hace tiempo se toman desde los poderes y desde la política, teniendo en cuenta estas valoraciones individuales de la "gente", elevándolas como sagradas y acríticas a categoría sociológica. La "gente" aparentemente despojada de enclaves ideológicos, desprovista de mezquinos intereses, alejadas de sus corruptos representantes, se autoproclama y se autoconsuela sugiriendo desde una visión antipolítica que ninguna cuota de responsabilidad tiene en los avatares de la cosa pública. La historia política argentina desmiente esa visión tan idealizada como falsa: el consenso a gobiernos de distinta estirpe, el respaldo a planes económicos y a reelecciones y hasta el apoyo –ya que estamos en tema– muy generalizado a conflictos bélicos, como los del Beagle y Malvinas.
Vale la pena intentar, al menos, desentrañar algunos discursos de la "gente", en este caso, referido al debate sobre las razones del volver al servicio militar obligatorio. Y otra vez, el tema de la inseguridad se cuela por los lugares menos pensados y el espíritu blumbereano sobrevuela. Pregunto: ¿la respuesta a la inseguridad ciudadana debe combatirse con los jóvenes incorporados obligatoriamente a las fuerzas armadas? ¿Qué se quiere decir en este caso con que "esto hay que pararlo" o "no se puede salir a la calle"? ¿Se pretende que los chicos cuando hagan la instrucción patrullen las calles con armas de fuego para combatir el delito? ¿Qué se pide cuando se afirma que los jóvenes tienen que tener algún control que la escuela no da y que ahí se van a educar? ¿Se sugiere que el cuartel suplante al aula y que el sargento al maestro en la "lucha" contra el descontrol de los adolescentes? ¿Para esto se quiere el servicio obligatorio? ¿Estas son las soluciones?
La educación, desde la escuela, el colegio y la universidad –con todos sus problemas y deficiencias– trata de infundir principios igualitarios, participativos y democráticos, formadores de ciudadanía, y es infinitamente más eficaz en todos los sentidos para los jóvenes, incluso para con el llamado "combate" contra el delito, que las consignas de orden, jerarquía, "subordinación y valor", especialmente cuando se lo piensa en términos de seguridad ciudadana. El imperativo constitucional obliga a los ciudadanos a armarse en defensa de la patria y de la Constitución y no tiene nada que ver con estas des-ideologizadas (¿?) propuestas de inmiscuirse en materia de seguridad interior, que además está prohibido por la ley de defensa nacional. En todo caso, discutamos el servicio militar que hoy recluta voluntarios, desde otra perspectiva, pero no desde ésta.
Quizá sea hora de algún modesto acto de circunspección: no vendría mal mirarnos como padres y como ciudadanos, qué ideas superadoras al servicio militar obligatorio en tiempos de paz tenemos para nuestros hijos, qué valores éticos y sociales transmitimos y consumimos y preguntarnos si como sociedad, estamos en el buen camino cuando el rating marca que Ricardo Fort quintuplica a Eduardo Galeano en la misma franja horaria...
Por fin, y ante una posible chicana discursiva sobre el autor de la iniciativa de la desobligación del servicio militar, me apresuro a responder: cuando reflexiono sobre esto no pienso en Menem, pienso en Carrasco.
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