Yo
sé que muchas veces estamos “enojados” con nuestra democracia. O
más bien, con nuestros gobernantes e instituciones. Y tenemos
razones para estar disconformes.
¿Pero
saben que?. Hay que seguir apostando a ella, aunque aparezca
imperfecta. Tan sólo porque los autócratas le temen a la
democracia, -más bien, a las decisiones que toma el pueblo-. Tan
sólo por ello, hay que defenderla, afianzarla, mejorarla.
Los
autócratas eliminan los partidos y las elecciones. ¿Por qué creen
que lo hacen?.
En
ese instante no pueden con nosotros: ni los “mercados” ni las
bayonetas, ni los patrones, ni los medios, ni los gobiernos de turno.
Los
autócratas se asustan ante las elecciones. Le temen a los órganos
deliberativos. Al control civil. A las instituciones basadas en
valores democráticos: como la Universidad, la cooperativa, la
vecinal.
También
los ·mercados” se asustan con las elecciones, escucho decir por
estos días.
Y
eso está bien. Es bueno que alguna vez sientan que hay un poder
superior a ellos. El poder democrático. Aunque sea por un instante.
(Y se asustan porque saben que no es por un instante).
Ellos
manejan el dinero, nosotros debemos manejar las cosas comunes. Ellos
no pueden hacerse cargo de los bienes públicos. No debemos permitir
que se hagan cargo de los bienes y servicios públicos.
El
mercado solo habla en términos de mercancías y precios. En
democracia, cuando decidimos, hablamos de necesidades. De Derechos.
La
igualdad y la justicia no son parte del léxico mercantil. Nosotros
luchamos por sociedades igualitarias. Justas.
Ellos
prefieren, como los autócratas, democracias débiles, controlables,
raquíticas, “representantivas” sólo expresadas a través del
voto. No quieren que deliberemos (ni decidamos) sino sólo a través
de nuestros representantes.
Nosotros,
además del sufragio, además de elegir a nuestros representantes,
pretendemos democracias fuertes, que equilibren el poder del dinero,
que la mayoría de los casos, es nuestro dinero... Queremos
democracias más igualitarias. Participativas. Donde se delibere, se
argumente y se decida. Mal que les pese a los autócratas y a los
mercados.
Y el
domingo, decidiremos. Una vez más. A pesar de todo.
Utilicemos
el poder que tenemos.
El
del ciudadano.
El
del vecino.
El
poder de los que no tienen voz.
El
del pueblo.
Y
hagámoslo con alegría.
Con
una sonrisa: sabiendo que cuando decidimos en libertad, hay muchos
que se asustan…
En
el miedo a la democracia de algunos consiste la fortaleza de muchos.
De Nosotros.
No
desaprovechemos el poder de la democracia.