Por Oscar M. Blando
(Director de
Reforma Política y Constitucional del Ministerio de Gobierno y
Reforma del Estado de Santa Fe).
Existe una tendencia
política a concebir ciertos principios republicanos como opuestos a
posturas progresistas e incluso de izquierda. Intentaré –en la
brevedad de este espacio- poner en cuestionamiento esa tesis, tomando
como referencia a Santa Fe y como marco nacional a otras provincias
argentinas. Me apoyaré en algunos parámetros exclusivamente
institucionales.
El ideal republicano (y
democrático) de la limitación de los mandatos y la periodicidad en
el ejercicio de las funciones fue una conquista histórica
revolucionaria en contra de los absolutismos que los dictadores de
distinto linaje han tratado siempre, en el mundo, de burlar. No
encuentro razones para creer que la aspiración a la perpetuidad en
el poder aún en democracia, deba ser hoy visualizada como
“progresista” y el de la periodicidad, “conservadora”.
Santa Fe junto a Mendoza,
son las únicas provincias argentinas que no tienen reelección del
gobernador: todas las demás pueden reelegir a sus ejecutivos y en
algunas, en forma indefinida: Formosa, Catamarca, Santa Cruz. No es
una evidencia que la Formosa de Gildo Isfran que está en el poder
ininterrumpidamente mediante elecciones desde 1987 como Vice
Gobernador o Gobernador, sea una provincia más progresista e
igualitaria que la Santa Fe del Gobernador Antonio Bonfatti. No
existe tampoco evidencia que la reelección de Carlos Menem -y su
gobierno- a partir de la reforma de la Constitución Nacional o el
intento fallido -y rechazado por la Justicia- de Carlos Reutemann de
declarar inconstitucional en 1994 el artículo de la Constitución de
Santa Fe que impide la reelección, sean iniciativas más
progresistas que el proyecto de reforma constitucional -que perdió
estado parlamentario- enviado por el ex Gobernador Hermes Binner que
contenía una cláusula expresa que impedía su propia reelección.
Diría más: la
periodicidad de los mandatos, entre otras virtudes, tiende a romper
la continuidad de pactos, arreglos –y negocios- no siempre
respetuosos de la ley y la ética pública e incluso permite
desactivar los reconocidos intentos de los poderes fácticos de
influir, cuestionar y condicionar a los gobiernos democráticos.
Dicho de otra forma: la concentración y la perpetuidad en el poder
tienden a favorecer prácticas corruptas (que ciertamente no son
progresistas ni de izquierda) que erosionan la legitimidad
democrática.
Según el investigador
Alberto Föhrig, "los gobernadores son extremadamente poderosos
porque no sólo son dueños del poder político, sino del económico
y del mediático”. Mayorías parlamentarias amplias y control del
poder judicial, son los rasgos institucionales restantes que
garantizan un esquema concentratorio del poder en varias provincias
argentinas.
Este no es el escenario
de Santa Fe y vale ponerlo de relieve: en la Provincia, el actual
gobernador no controla ninguna de las dos cámaras legislativas:
ambas están mayoritariamente en poder de la oposición y con ello,
ésta consigue dominar la Asamblea Legislativa. En nuestra provincia
por tanto, ningún juez puede ser nombrado por automáticas mayorías
oficialitas sino con el necesario acuerdo de la oposición y ninguna
ley puede ser aprobada sin el consenso entre mayorías y minorías.
En Santa Fe, por designio constitucional y legal y por mandato
popular, hay hoy un equilibro de poderes inédito en el país.
Como es inédita en
términos electorales, la incorporación (junto a Córdoba) de un
sistema de votación, la boleta única, que implementada con éxito
en Santa Fe, trajo no sólo mayor transparencia y equidad en la
competencia electoral evitando picardías y posibles fraudes, sino
absoluta autonomía al votante que puede elegir entre distintas
opciones, según la categorías políticas en juego. Se podrá estar
más o menos de acuerdo con la boleta única, lo que no podrá
afirmarse –y no es poco- es que haya sido instaurada por
oportunismo político para beneficiar al partido de gobierno: para
bien o para mal, por primera vez en la historia institucional de la
Provincia, la Cámara de Diputados no pertenece al partido del Poder
Ejecutivo. Sin embargo, y pese a todo, en Santa Fe se gobierna y se
avanza en base a consensos y diálogos en épocas de marcada
conflictividad y muchas veces, de intolerancia y violencia.
Es cierto -y vale
subrayarlo- que con mayorías legislativas más holgadas es posible
–y hasta saludable- avanzar y profundizar más rápidamente los
proyectos políticos gubernamentales pero en todo caso, siempre es
preferible alcanzar aquel objetivo ganando la adhesión mayoritaria
del pueblo en las urnas con mejores propuestas y candidatos y no
intentar abrazar proyectos concrentatorios, hegemónicos y de
perdurabilidad en el poder. Abogo por incluir más democracia a la
república y no sacrificar los principios republicanos porque me temo
que con ello, tendremos no solo menos república sino menos
democracia.
En este sentido y a todo
evento, una aclaración: pensar el republicanismo como una ideología
retardataria sólo es compatible, como afirma el filósofo argentino
Andrés Rosler, con una de sus vertientes: la liberal conservadora
nacida en el siglo XIX, (a la que no adscribo), pero el
republicanismo de “pura cepa”, nos dice el autor, no sólo está
interesado en los derechos individuales sino en la protección de los
derechos ciudadanos frente a cualquier clase de dominación, sea de
naturaleza política por parte del gobierno como de naturaleza
económico-social por parte del mercado o de la sociedad civil. Al
discurso republicano genuino le debe interesar combatir toda clase de
dominación antes que la defensa del statu quo.
El respeto por la
independencia de los poderes y el estado de derecho, la periodicidad
de los mandatos, la responsabilidad y la necesidad de la rendición
de cuentas de los funcionarios, el permitir el acceso a la
información pública, el control político, jurisdiccional y social
de los gobernantes, la participación ciudadana y la deliberación
pública, plural e inclusiva, no son formalidades anti
revolucionarias: son garantías progresistas que conjugan los
principios republicanos con los democráticos en la sociedad actual.
Ese puñado de principios debiera ser innegociable y tendría que
presidir el discurso y los programas de todos los gobiernos: por
democráticos y a la vez, por progresistas.
Artículo publicado en el Diario La Capital de Rosario, el 14/11/2014 bajo el título "¿Republicanos vs progresistas?"
Artículo publicado en el Diario La Capital de Rosario, el 14/11/2014 bajo el título "¿Republicanos vs progresistas?"