Palabras pronunciadas en nombre de la “Fundación Rubén Naranjo”, el jueves 9 de noviembre de 2006 en la inauguración de la muestra en el Museo Juan B. Castagnino y que rinde homenaje a este militante de los derechos humanos y protagonista de la cultura de Rosario
En uno de los últimos libros del escritor Héctor Tizón, “No es posible callar”, el autor cuenta que un amigo, también poeta, refiriéndose “al paisaje y al arte de ir muriendo...” le dice que “los lugares son personas, sólo que viven más...”...
Por eso, familiares y amigos reunidos, pensamos que era necesario que Rubén Naranjo tuviera un lugar, un lugar permanente, donde pudiera seguir viviendo...
Y pensamos que ese lugar -como seguramente habrá otros- podía ser la “Fundación Rubén Naranjo”, cuyo objetivo principal fuera la difusión, promoción y proyección de los temas a los que dedicara su vida: la cultura, la educación y los derechos humanos.
Están en este grupo original, sus familiares a través de Marina Naranjo; entrañables y viejos amigos de Rubén de toda la vida como Olguita Baroni, Oscar Defante, Gilberto Krass; amigos no tan “antiguos”, pero con una amistad no menos entrañable e intensa, como Daniel Luna, Francisco Besone, a cuyo programa radial, “El ruido de la nueces”, Rubén quiso participar hasta sus últimos días... Pero también quisimos que, como “miembros de honor” estén presentes hombres y mujeres que bien representan esos “lugares” que Rubén participaba en forma militante: la plaza con las Madres y Abuelas, ese espacio de “dignidad absoluta” como le llamaba, y por ello, convocamos a Darwinia Gallichio, Nelma Jalil, Marta Fernández; a Raúl Frutos en representación de la Asamblea de socios Recuperación de su querida Biblioteca Vigil; sus compañeros de ruta y de viejas luchas, Iván Hernández Larguía y Angel Seggiaro con quien compartió su militancia en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, y Amilcar Tamburri por la Asociación Chicos , ese lugar donde Rubén confesó: “solo me servía estar con ellos”...
Rubén Naranjo vivió en tiempos muy difíciles y a veces crueles, de luchas, y también de desmemorias y genuflexión, pero por sobre todos, Rubén, que nunca se resignó a sentirse “desteñido por el semitono de los demás”, sobresalió por algunas cualidades y valores que desde la Fundación queremos rescatar y preservar: la fidelidad a sus convicciones, su intransigencia ante lo injusto, y por sobre todo, su conducta y coherencia sin bisagras...
Por ello puedo decir que Rubén fue un hombre rebelde con el sentido que le dió Albert Camus: “un hombre que dice no...”, un “no” que se niega, pero no renuncia, sino que por el contrario, afirma una frontera, establece un límite...
Rubén fue un militante de la vida y nada de ella le era ajeno. Tal vez por eso fue un verdadero maestro... y por ello, entre muchas cosas, estudió y difundió la vida del “maestro de la humanidad”, Janusz Korczak, aquel que acompañó a sus alumnos hasta el lugar de la máxima vergüenza: los campos de exterminio.
Cuando Rubén estaba con los chicos en la Casa que supo conseguirles, como buen maestro decía: “No doy ninguna clase teórica. Nunca expliqué nada, Los motivo... Llego a preguntarles dónde estuviste este fin de semana...”. Y confieso que cuando leía estas frases reproducidas en el programa de esta muestra, recordé a don Gregorio, el viejo maestro republicano español del cuento de Manuel Rivas “La lengua de las mariposas”, obra llevada luego al cine, y cuyo papel de maestro con fama de ogro, interpretara inolvidablemente Fernando Fernán Gómez. Y él, como Rubén, no daba cátedra: como diría el pequeño Moncho (Gorrión): “nunca vi la lengua de las mariposas pero sí oí el lenguaje del aquel hombre: un soñador, un símbolo, una idea, uno maestro...”. Y recuerdo aquella maravillosa escena ubicada históricamente unos meses antes de la Guerra Civil española, cuando Moncho le preguntaba al maestro sobre la existencia de la muerte y, como Rubén, el viejo maestro, primero preguntaba: “¿Y en su casa que dicen”?, sabiendo que la madre era una confesa católica y el padre un ateo republicano, para luego requerirle, “¿Y usted qué piensa”?... Y después de permitirle explorar sus propias respuestas, su historia y su propia individualidad, muy luego, daba su opinión. Como una respuesta más, no como la única respuesta.
Es que como el viejo maestro gallego, Rubén -como las Cossettini y Rosita Ziperovich- sabía que es más difícil enseñar que aprender...porque “enseñar significa dejar aprender”... enseñar a pensar por sí mismo, a re-pensar lo pensado, a saber lo sabido, a vivir, a soñar, como dice, Carina Rattero, una especial manera de abrazar la vida y donar el tiempo... Rubén, que va, supo donar ese tiempo, el que necesitaban los chicos que él cobijó y que para deshonor, pueblan nuestras calles.
Y la pregunta es ¿”cómo recuperar la inocencia”, después del holocausto, de tantas guerras crueles actuales y pasadas, como la civil española o como el atroz genocidio argentino...?. Y la repuesta tal vez sea, volver la mirada a los viejos maestros: a Korczak, a Don Gregorio, el republicano español y a Rubén...
La Editorial Biblioteca de la Vigil entre muchos libros publicó las “Obras Completas” de José Pedroni. El santafesino en su último poema del año 1967, titulado “La bicicleta con alas”, decía:
La bicicleta un día va volar.
La bicicleta de todos, ya van a ver.
Le están creciendo alas.
Son de verdad....
La bicicleta tendrá un solo nombre: Libertad...
Nuestra Fundación lleva el nombre de ese ciudadano ilustre que merecidamente la ciudad distinguió sobre el final de su vida y que Rubén, casi pidiendo disculpas, aceptó.... Rubén Naranjo, un hombre enamorado de la vida y la libertad... un maestro, que sin darnos ninguna clase teórica, nos enseñó a todos, que es posible volar...